martes, 26 de mayo de 2009

Je ne peux pas déjà supporter ton absence.

Llevo un control de tus ausencias:
Las cuento, las vigilo y analizo,
las poseo, las sufro y las abandono
en el instante en que el aire se puebla de vos.
Y mis sentidos festejan tu ser,
que es mi norte.

Lástima que no sé de brújulas.
Lástima que otros marinos ya hayan llegado a destino.
¡Hay tanto sol afuera y sólo veo penumbras!
El jazmín recuperará su perfume, quizás con otra forma.
Y la risa, lejana compañera, anclará de nuevo en mi puerto.
Mientras yo, sentado,
vanamente, escribo a tu ausencia.

lunes, 25 de mayo de 2009

Himno interior

Roja la garganta, devastada por el silencio.
Voces en off.
Entre ellas, la tuya quema cada poro de mi piel.
Principio y fin.
Existencia efímera y añoranza eterna.
No es la primera vez que siento el escozor.
No es la primera vez que me entrego a las llamas.
Y sin embargo, tu fuego me es ajeno,
y mañana será hoy.

Ya no temo al invierno.
Ya no creo en quimeras:
Abro los ojos y no evoco tu figura,
porque no me pertenece,
porque no me perteneció,
porque mía nunca será.

Y entre mis sábanas gastadas no hay lugar para dos,
ni para la suave caricia evaporada en llanto.

viernes, 22 de mayo de 2009

Improvisación

Te veo fumar. Tras el humo, languidece tu figura, que se desdibuja ante mí y se vuelve a componer, con el simple objeto de contemplarte. Tus ojos, huéspedes infinitos de mi curiosidad, se pierden en ese instante en pensamientos abstractos, leves imprecisiones que jamás conoceré con exactitud.
Yo no respondo. O simulo no responder ante lo que significan tus ojos para mí. Evito tu mirada, que es un camino de ida: hasta ahora nunca pude regresar al lugar donde estaba desde aquel instante en que la fijaste sobre mí. Te observo una vez más pero seguís ensimismado, en un ensueño exacerbado, que comienza a erizar mis instintos más profanos.
Entre vos y yo, lamentablemente hay más que humo. Laberintos indescifrables se empeñan en impedirme llegar a lo más hondo de tu ser, aunque lo anhelo desde el preciso momento en que tu esencia se posicionó en mi vida. Instante que maldigo y bendigo al mismo tiempo. Ilusión e impotencia, dos caras de una misma moneda.
Hasta que, repentinamente, clavás tus ojos en mi cuerpo. Me mirás con deseo, pero éste se sublima al instante. Me preguntás si me siento bien, yo asiento y bajo la cabeza. Ya vas por el segundo o tercer cigarrillo, y la situación se torna insostenible. ¿Cómo contenerme?
Tengo que hablar con vos, pero no sé qué decirte. A veces las palabras están de más. Miro tu boca, la ansío, y nos acercamos como por casualidad. En ese momento das la última pitada. Y así, entre la niebla y la última bocanada, nuestras bocas emprenden una labor lúdica, aplazando un placer distante en silencios fortuitos.

domingo, 10 de mayo de 2009

Vil encanto

Otoño agónico. Mar de suspiros aletargados que se pierden en la arena, como si nunca hubiesen sido. Mi mente busca entre paradigmas las palabras perfectas para describir eso que siento, y que me hace actuar de este modo. Sólo hay caos, muerte, destrucción. Sentimientos encontrados e inefables, que tienden a abrumarme aún más de lo esperado. Quizás debería hallar un sentido a todo eso que me pasa, quizás todo lo que fue nunca debió haber sido. Solamente sé que al verte no puedo evitar forzar una sonrisa, necesito que creas que todo se encuentra como antes, aunque nada esté más alejado de la realidad. Mi lucha conmigo mismo se concreta, una parte de mí fenece con el contacto de tus ojos, aquellos que una vez me invitaron a lo más profundo de tu ser, y que hoy son parte de mi condena. Si acaso pudieras descifrar mi secreto más profundo, ese que te envuelve y te envía recurrentemente hacia mí, todo marcharía como siempre. No suscita el menor interés para vos, tu mundo de oropeles, halagos inútiles, frases armadas y emociones ficticias.
Mientras tanto, mis pasos siguen, uno tras otro, inercialmente. Todo marcha como debería continuar. Y vos, impávido, ni siquiera sospechás lo que podés provocar con solamente tu presencia.
Solo, con mi alma, miro aquel lugar donde te vi por primera vez. Mi pecho se oprime en un afán deleznable por contenerme y me pierdo, en otra oportunidad, en sórdidos ensueños que se esfuman, sublimando hechos, palabras, en la nada misma, en aquel estado del que nunca deberían haber salido.