sábado, 30 de agosto de 2014

GranPa

Mi abuelo miraba mucho cine. Le gustaba ir al cine club en el Gaumont. Nunca le interesó demasiado lo académico, él era un empleado de Segba que tuvo las ganas y la suerte de haber estado acompañando algunas gestiones culturales. Estuvo en el teatro LyF y también en el Club Atlético Independiente. Cuando asumió Grondona la presidencia (¿Puede ser?) se fue, porque no soportaba lo que veía allá. Era un tipo extraordinario, ocurrente, copado. A mí me hacía acompañarlo cuando hacía alguno de sus eventos, me decía: "Llevá este libro y hacé que firmen todos, vos sos simpático". Era amigo de Julieta, de la Casa del Teatro, de Ricardo Passano, de Osvaldo Miranda, de Gogó Andrew. Me hacía charlar con ellos. Le gustaba homenajear a aquellos actores que, según él, habían sido importantes. Y más aún si los podía "rescatar del azufre" del olvido. Le gustaba enriquecernos con anécdotas de lo más graciosas. No tengo mucho registro de ellas en un sentido de lo completo, pero sí de los personajes: Muso, Pulenta, la Chichelita, la bizca y siempre había lugar para comentar que tal tenía la "shanga" o la "wálera". Siempre decía que él debería haber sido actor. Pasan los años desde su partida y, sin intención de volver esto un panegírico de avisos fúnebres, me reconozco en muchas de estas cosas. Tal vez soy más académico o el contexto hizo que yo pudiera elegir dedicarme (y ojo, que no digo que él no le haya dedicado gran parte de su vida) a esto. Yo soy más del teatro, de los aplausos. Odio a la gente que aplaude en el cine, no sé para qué lo hacen. El otro día recordábamos a mi abuelo junto con mi hermana. Todavía no puedo recordarlo sin entristecerme un poco.

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